
Cuando uno atraviesa la puerta del monasterio, te recibe el hermano hospedero con una gran sonrisa, con una amabilidad inusual y con una fraternidad que parece que nos conocemos desde siempre. Con mucha tranquilidad y sin prisa te ayuda a instalarte en la hospedería y te anuncia que puedes compartir con ellos la hora de vísperas que será a las 18:45 hs. Te impresiona entrar en la pequeña capilla, formada por el pasillo del claustro superior al claustro herretiano. Pronto podrán, concretamente hoy, disfrutar de la nueva capilla. El canto fluido pero lento, las voces unidas y acompasadas de los monjes, la participación del cuerpo con las inclinaciones y de la mente en la escucha de las palabras que brotan del corazón. Siete veces al día se encuentran en la capilla para entonar salmos de alabanza y acción de gracias en honor del Uno y Trino, creador de todas las cosas y amante incondicional del ser humano.
Principalmente dos, fu

He visto en estos monjes a otros «Pablo vivo hoy». Son el Pablo de la oración incesante, el Pablo de la alabanza continua, el Pablo del desierto de Arábia, el Pablo que trabaja con sus propias manos (los monjes de Huerta elaboran mermelada y dulce de membrillo), el Pablo que intercede por todos sus hijos e hijas.
Queridos hermanos del Monasterio de Santa María de Huerta, gracias de todo corazón por mostrarme, compartir y dejarme vivir durante unos días la espiritualidad y la oración monástica.
Nota: las fotos están tomadas de la página web del Monasterio.
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